jueves, 23 de julio de 2009

Pseudo-Síndrome de Peter Pan

En poco menos de una semana será mi cumpleaños no. 17. Aún me siento de quince años. Siento que algunas de aquellas experiencias sucedieron la semana pasada. Siento que el tiempo se ha encogido ferozmente, a pesar de que haya acumulado más de setecientos incidentes.
Me encuentro en un limbo –sé que todo esto suena tremendamente absurdo, ya que la mayoría de la gente no le da importancia a su cumpleaños no. 17-, ya que en un año habré dejado de ser una ‘adolescente’ para ser una ‘joven adulta’; así como este año dejaré de ser la ‘joven ninfa de ensueño’ (término acuñado por mí, que hace referencia a que en casi todos los miserables ambientes de literatura y cine hacen referencias sublimes a chicas de quince y dieciséis años) para encontrarme en el limbo –nadie hace referencias sublimes a los diecisiete-.
Dejando de tomar en cuenta esa pequeña crisis levemente relacionada con el síndrome de Peter Pan, daré importancia al enfoque que tenía principalmente esta entrada:
En primer lugar está el tiempo que se encoge. El terrible y fascinante Procusto alterando al tiempo de la forma menos a mi favor posible. Me identifico con los ancianos que dicen: “Siento como si hubiera sido ayer…” Es una forma patética de ver las cosas, pero así es como debo plantearlo.
Y en segundo lugar estaría la frustración infantil del cumpleaños no exitoso –curiosamente, esta frustración comenzó a presentarse cuando dejé de ser una infante-; ya que generalmente termino aburriéndome a mitad del día o con un regaño por parte de mis padres. Lo sé, qué lástima, pobre niña.
Bien, pues creo que he escrito con satisfacción lo que tenía que escribir para ser digna de un poco de compasión y misericordia: ‘Pobre de mí, es mi cumpleaños’

lunes, 6 de julio de 2009

La Gansona

Durante este estío pleno y pacífico no hay muchas cosas qué hacer, por lo tanto, rento o compro series de televisión norteamericanas para aplastarme cómodamente frente a la pantalla y sobrevivir a las horas mirando, mientras mis ojos cobran forma rectangular.
La dichosa serie que ha ocupado mi tiempo últimamente -sin aportar beneficio alguno para alguien en particular- ha sido "The O.C.", con sus intrigas y personajes que son impulsivos, lánguidos o increiblemente estúpidos; como es el caso de 'Marissa Cooper', interpretado por una actriz llamada Mischa Barton.
Te preguntarás cuál es mi patético objetivo al describir este gusto culpable, bien, pues lo diré:
Con tanto tiempo libre en mis manos y un familiar afín a estos pasatiempos; he creado algunos apodos y bautizado a algunas personas -o personajes- con nombres animalescos; por ejemplo, "La Gansona", es decir, Marissa Cooper; quien se ha ganado ese apodo gracias a sus imperdonables torpezas, a su figura estirada y gris y a su risilla anserina...

miércoles, 1 de julio de 2009

Slowing down... Settling down?!

Hace cuatro veranos participé en una obra teatral –musical, para ser exactos “Vaselina”- Ese año me llamaron ‘adolescente’ para mi desgracia, por el término vulgar y genérico que representa éste.
Hace tres me inscribí en un curso de verano en ‘Sport City’ –diseñado para niños obesos-, gastando mi energía en ejercicios físicos al mando de instructores, irreversiblemente pagados. Ese año hubo un primer novio. Experimentos propios de animales sexuales –seres humanos- anónimos propios de la edad.
Hace dos fui en un tour que se detenía –oh, ‘detener’- en diversos países de Europa. Ese año comencé a comprender la realidad.
Hace uno estudié italiano en un curso de verano –Qué afín resulté a estas prestezas distractoras- para alejarme de las malas amistades, de la yerba y para reflexionar absurdamente acerca del futuro y el presente.
De una forma triste/adulta/reconfortante/decepcionante me encuentro de pie técnicamente en el mismo lugar. Congelada en la misma situación. Y así lo he estado durante el último año.
Soy una máquina en lasitud continua, esperando -¿Esperando qué?-, con alguna que otra pausa y/o aceleración intermitente. Y sin embargo –por mucho que suene lo dicho anteriormente como una queja-, no me molesta; sino me agrada un poco.
Qué cabeza tan existencialista.
Qué acciones tan ambiguas –sorpresivas y monótonas-.
Qué lejos de la Tierra me he encontrado. Creo que tengo una vida interior muy flotante y –por increíble que parezca- he sentado cabeza a la edad de dieciséis años y once meses.