Hace tiempo ya aquel día en que perdí uno de dos zarcillos turquesas.
Alguien me tendió la mano como un compañero,
Pronunció frases infantiles con sus fauces de lobo.
Me llevó dando corvetas a su madriguera
Haciéndome creer que era yo de su calaña.
Y como caperucita roja por su camino corto fui;
Deseando adelantarme, cobrando a la vida una de ene experiencias.
Me adentré en su obscuro hocico con torpes zancadas.
Comía mis propias golosinas, robusteciéndome con frenesí;
Ya que quizás alimento para la bruja yo resultaría
Y la gula de ambos sería satisfecha
Mas en el momento del banquete no había escatimado.
Se abalanzó: Predador sobre corderito.
Corderito solitario, con instintos diferentes.
El temor bullía dentro de mí.
Con arrebatos y chillidos me defendí.
Tras sobrevivir a tal epopeya suspiré casi intacta.
Había intentado transgredirme, sólo dejé un par de cabellos sobre su almohada.
Sintiéndome ingenua torcí los ojos hacia arriba
Y él encontró en su gruesa suela, aferrado, a mi zarcillo turquesa.
miércoles, 3 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario